Memoria de la deportación

Vitoria – Gasteiz. 07.10.2025. Exposición Memoria de la Deportación. Gogora.. Foto: Nuria González

La Fundación Indalecio Prieto colabora en la exposición «Memoria de la deportación. Testimonios vascos de los campos nazis», organizada por Gogora, Instituto para la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos del Gobierno vasco. La muestra fue inaugurada ayer por la consejera vasca de Justicia y Derechos Humanos, María Jesús San José, y estará en la sala Amárica de Vitoria-Gasteiz hasta el próximo 23 de noviembre.

Entre los documentos que ha cedido la Fundación hay una carta de Víctor Salazar a Indalecio Prieto, fechada en París el 28 de febrero de 1939, en la que describe la huida de miles de refugiados tras la caída de Barcelona: «La carretera de Figueras a la frontera es testigo de un espectáculo terrorífico. Viejos, niños y mujeres, medio muertos de andar, con los pies deshechos, envueltos en trapos, muchísimos muertos a lo largo del camino, civiles y soldados, mezclados éstos con sus jefes […]; una macabra procesión de coches de turismo y de camiones que parecía fuesen a reventar por repletos de gente […]. En fin, el tiempo espantoso, de lluvia torrencial y de frío intenso, contribuyeron a hacer más grandes las penalidades de las gentes. Y formando procesión con los coches, cañones de tierra y antiaéreos que los soldados arrastraban hacia Francia y que luego fueron abandonados”.

También un ejemplar de Adelante, de 1945, que recoge el testimonio de Alonso Hernández sobre la liberación del campo de Schasenhausen, en el que coincidió con Francisco Largo Caballero. El artículo se titula “El testimonio de un deportado político. Der Schutzhaftlinge Largo Caballero [el prisionero en custodia protectora Largo Caballero]», y dice así: «Llegó el día 21 de abril. Hacía días que hasta nosotros llegaban síntomas de la descomposición del III Reich. Los SS estaban desencajados, aturdidos. Se resquebrajó un tanto la disciplina del campo, aunque el peligro de muerte para nosotros no disminuyó, porque las reacciones de nuestros verdugos eran atroces. No sé cuántos concentrados morirían en los últimos días víctimas de la sevicia empavorecida de los guardias SS. Al fin, una mañana, nos encontramos con que nadie nos guardaba. Entre montones de muertos y de agonizantes salimos de Schasenhausen. Caballero se dispuso a marchar no sé hacia dónde. Iba optimista y fuerte de espíritu. Al cabo de unas horas lo volví a encontrar. “No puedo”, me dijo. “Mi pie no me lo permite”. Hubo quien quiso permanecer con él, pero de ninguna manera lo consintió. “El que pueda que llegue a donde sea. Yo no necesito a nadie. Únicamente que no puedo andar. Pero no os preocupéis por mí. Me salvaré también”. Entonces estaba bien. Entero y animoso. Como siempre lo estuvo».

Otro socialista vasco, Víctor Gómez Barcenilla, detenido por la Gestapo en Francia, cuenta en El Socialista del 4 de agosto de 1945 su llegada al campo de concentración de Dachau, cerca de Múnich, tras un viaje de 54 días en el convoy conocido como el «tren fantasma»: “Nuestra llegada a Dachau se efectuó una noche de agosto, rodeados de guardias SS y de perros SS también, pues llevaban las mismas insignias que sus amos. Solo durante el viaje ya perdimos unos cuantos kilos de peso y la mayor parte de nuestras ropas… Una vez en el campo nos distribuyeron en los bloques llamados de cuarentena, donde éramos apilados tres y cuatro por cama, cuya anchura era de 80 centímetros. La vida en estos bloques era dura. A las cuatro de la mañana, se nos hacía abandonar el dormitorio y formar militarmente a la intemperie. En esta posición pasábamos horas y horas hasta que la formación se iba deshaciendo, porque el frío y el cansancio era de todo punto irresistible. Entonces nos amontonábamos unos contra otros, formando lo que dimos en llamar rueda, y que consistía en juntarnos unos a otros, formando círculo y pecho contra espalda. En este periodo de cuarentena la base de la comida la constituía un litro (allí se contaba la comida por litros) de berzas o nabos. La cuarentena duró unos cuantos días, durante los cuales se hizo la selección, consistente en tres revisiones médicas para obtener el grado de aptitud de cada uno y formar grupos, que eran reexpedidos a otros campos. A mí me tocó Mauthausen junto con 65 españoles más. A Dachau habíamos llegado 205 y la separación la recordaré siempre como una de las escenas más tristes de mi vida. Allí dejamos, entre otros, a Teodoro Marín, viejo socialista madrileño, de 70 años. Allí le dejamos y allí murió con más de la mitad de nuestros compañeros de cautiverio».

40 aniversario de la Fundación (1985-2025)

El 14 de mayo de 1985, justo hace hoy 40 años, se constituyó la Fundación Indalecio Prieto ante el notario de Madrid Víctor Manuel Garrido de Palma. La Fundación tenía por objeto “el desarrollo de toda clase de actividades orientadas al mantenimiento del recuerdo de la figura y obra política e intelectual de Indalecio Prieto Tuero, estudio de su época, medio social y político en que se desenvolvió y su aportación al desarrollo del socialismo español, así como la investigación y análisis del futuro del mismo”. El gobierno, administración y representación de la entidad se encomendó a un Patronato, presidido con carácter vitalicio por Constancia Prieto Cerezo, hija del político socialista.
Tan solo una semana antes, gracias a las gestiones realizadas por Emilio Cassinello, entonces embajador de España en México y hoy patrono de la Fundación, los restos de Indalecio Prieto y de sus hijos Luis y Blanca fueron exhumados del Panteón Español de la capital azteca y trasladados a Bilbao, donde recibieron sepultura en la parte civil del cementerio municipal el 7 de mayo de 1985. El traslado se realizó en el más escrupuloso secreto, aunque al día siguiente un diario local se hizo eco en portada de la noticia en estos términos: “Los restos de Indalecio Prieto ya reposan en el cementerio de Derio”. En páginas interiores se informaba: «Las cenizas del histórico dirigente socialista, así como de sus hijos Blanca y Luis, fallecidos los tres en México, fueron inhumadas ayer en el cementerio civil de Derio, en una ceremonia celebrada en la intimidad. El propio Indalecio Prieto había expresado su deseo de que la inhumación tuviese un estricto carácter familiar, como así fue, estando presentes únicamente su hija Concha, Víctor Salazar, que fue su secretario particular durante muchos años, Pilar de Salazar y sus compañeros de militancia y amigos personales Ovidio Salcedo Navarro y Bernardo Hoyos López. Todos ellos realizaron ayer el viaje desde México hasta Madrid y posteriormente a Bilbao para cumplir la voluntad de Prieto de ser enterrado en la tierra en la que vivió desde su infancia. Las personas que ayer acompañaron las cenizas del político socialista a la tumba familiar de Derio son las únicas supervivientes entre quienes formaron el cortejo que, por designación escrita de Prieto, acompañaron sus restos al cementerio español en la capital mexicana, en 1962. Las cenizas de Prieto y de sus hijos fueron exhumadas el pasado 26 de abril en el cementerio mexicano. Recientemente, con ocasión de un homenaje que le tributó el Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo (MOPU), el titular de esta cartera, Julián Campo, dijo que muchos de los aspectos de la gestión de Prieto al frente de este departamento se mantienen en plena vigencia. “Por su pragmatismo, por su objetividad en la racionalización de las inversiones públicas y en general, por su labor llena de imaginación, competencia y realismo, fue, como han señalado numerosos historiadores, el mejor responsable de Obras Públicas que hemos tenido en lo que va de siglo”.
El 28 de mayo, un artículo del recordado Patxo Unzueta publicado en el diario El País se hacía eco de la siguiente noticia: “El edificio que albergó el diario Hierro, devuelto a los herederos de Indalecio Prieto”. En efecto, el inmueble de la calle Orueta 2 de Bilbao donde tuvo su sede El Liberal hasta 1937, incautado a sus legítimos propietarios al amparo de la Ley de Responsabilidades Políticas y ocupado por el diario vespertino Hierro durante 30 años, entre 1953 y 1983, fue devuelto a la única heredera de Prieto después de un pleito que impidió la subasta del edificio y que llevó el despacho de Eduardo García de Enterría. La misma información de El País señalaba que “la hija del político socialista, nacido en Oviedo, pero afincado en Bilbao desde su niñez, tramita actualmente el traslado a nuestro país de los archivos, libros y demás pertenencias, obras de arte incluidas de su padre, que pasarán a formar parte del patrimonio de la nueva fundación. Los archivos personales de Indalecio Prieto, compuestos por materiales que comenzó a recopilar en 1920, son de un enorme valor histórico, no sólo por el decisivo papel por él jugado en la evolución del socialismo español, sino por la relevancia de su actividad pública durante la Segunda República”.
Finalmente, por orden del Ministerio de Cultura de 3 de marzo 1986 (publicada en el BOE el 10 de marzo), la Fundación Indalecio Prieto quedó inscrita en el Registro de Fundaciones como fundación cultural privada de promoción y financiación con el carácter de benéfica.